Art · 05. April 2019
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Pensamientos en tiempo de racismo y discriminación:

Como reflexión propia, vale la pena ponerle un poco de cabeza y sentimiento al tema. Estos hechos de romper con esculturas y estructuras, mostrando quizás que quienes están representados no nos representan más… Es comprensible, pero no aceptable, desde mi punto de vista. Pues el método es tan discriminatorio como lo que esos símbolos representan. Acaso, como miembros de una nueva sociedad más igualitaria más feliz para todos-todas-todes, deberíamos pensar en hacer las cosas de otro modo. Históricamente se han derribado monumentos, estatuas y demás… estableciendo otras normas igual de represivas que las anteriores. De eso se trata: de no repetir viejos esquemas, viajas formas fantasmagóricas, tan instaladas en nuestro inconsciente colectivo que ni lo notamos. Deberíamos encontrar nuevas avenidas, llenas de lo que deseamos: libertad, respeto, tolerancia, responsabilidad personal y colectiva. Las acciones llevadas a cavo deberían también estar en sintonía con estos valores.

Mucho de lo que se escribe, lee y comenta está plagado de errores: en el sentido de falsa oposición de Vaz Ferreira y su “Lógica Viva”. Entendemos como opuestas cosas que no lo son. Y, sobre todo, creemos que existe una verdad, cuando la realidad demuestra a cada momento que las “verdades” mutan, con el tiempo, los cambios sociales, los cambios tecnológicos, humanos, climáticos, etc. Todo cambia…

Tomo de Darío Sztanjnszrajber, de una de sus clases de filosofía, la idea siguiente: Con el monoteísmo, la idea de un Dios único, universal y omnipotente nos viene la idea de una “verdad”, también única, universal y omnipotente. Un Dios una verdad. Simple. Pero tan complejo a la vez, pues nos anula la amplitud del pensamiento divergente: muchos dioses ergo muchas verdades. Cuando cambiamos el paradigma, cambia la postura general: si hay muchas verdades, otras personas están en lo cierto también, y debo respetarlas para merecer respeto. Como debo también respetar a minorías discriminadas, a mujeres, a personas discapacitadas, a personas de diferente raza o credo. Respetar y generar derechos que nos protejan a todos-todas-todes.

En esa línea también el lenguaje inclusivo tiene un rol interesante: el lenguaje reproduce ideologías, dice y nombra lo que debe existir, ser, devenir. En consecuencia, es algo vivo, que también muta y cambia. Entiendo que cambiar todas las características ortográficas del idioma español sería casi tonto, pero “molestar un poquito” con algún “todes”, eso me parece muy poderoso en este momento. Cuando todas las formas del discurso son alteradas, éste se vuelve un poco difícil de entender. Pero me encanta cuando los-las-les jóvenes usan ese discurso: es parte de su presente y su verdad. Accionan un disparador: mirá vos, parecen decirnos, el lenguaje tampoco respeta las minorías. Y entonces el lenguaje inclusivo molesta, pero ¿a quién le molesta? Tal vez a aquellos-aquellas que no aceptan el cambio: y sí, todo cambia.

Cuando leo que le critican a J. Rowling por su definición en uno de sus libros: “mujer es aquella que menstrúa”. Pienso que esa definición, le pese a quién le pese, no es verdadera en este momento de la historia, del pensamiento del siglo XXI. Hay que marcarlo y considerarlo, pero ¿es necesario arruinar un pasaje turístico de Harry Potter en Edimburgo para marcar esa consideración? Lo dudo. Eso también es una acción de intolerancia, de no respeto. Una falta de creatividad: si, pues, debiéramos ser capaces de mostrar que algo no es adecuado, de otra manera, que no sea exhibiendo lo peor de nosotros mismos. Siempre aparece ese lado feroz, inhumano, brutal.

A este respecto traigo un ejemplo chiquito: un grupo de niños y niñas en un Kindergarten con su maestra.  La maestra desea contar el grupo de niños y niñas y les dice: ¿les parece que hay hoy en el jardín más niños que niñas? Los niños y niñas dan sus opiniones. Luego la maestra les sugiere contar ambos grupos, así salimos de dudas. Les dice: quienes se sientan niñas pónganse de pie. Así contamos los individuos. Quienes se sientan niños, ahora, así contamos. Yo que observo, noto que algunas niñas no se ponen de pie al mismo tiempo que cuando les toca el turno a los niños, algunos no se ponen de pie. Y me alegro, pues desde ellos-ellas-elles no nace necesariamente esa separación. No está clara, no importa, no tiene efecto.

Así como hay “una verdad” en un mundo que se rige por un solo Dios, autoritario y todopoderoso, también hay un binomio: verdad y no verdad latente. Todo se divide en dos: bien y mal, amor y odio, felicidad e infelicidad. Y podríamos encontrar más y más opuestos. Homosexual y heterosexual, blanco y negro. Todo parece una gran dicotomía que necesitamos trascender.

Falta de nuevo, encontrar el camino del medio, el pensamiento ambiguo, una lógica no dicotómica. Hay, y sabemos que es así, muchas divergencias: el tiempo lineal y el otro tiempo, tal vez circular. La idea de que espacio-tiempo es una sola dimensión. La ciencia hace rato se pelea con las lógicas polimodales donde las cosas son A y no A al mismo tiempo. Donde hay más de dos valores de verdad.

Estamos en un camino de deconstrucción de valores, paradigmas y modelos que ya no nos representan. Yo creo que el desafío es co-crear juntos un espacio de realidad colectiva, respetuosa del ambiente y de las personas. Tomar consciencia de esa enorme responsabilidad que tenemos, de que cada acción genera consecuencias. Y siempre, en todos los casos, somos responsables de esas consecuencias. Necesitamos la capacidad de manejar nuestras emociones y generar acciones éticas, positivas para los demás y respetuosas de las elecciones personales.

 

La salida debiera ser colectiva, inclusiva, humana, respetuosa de la totalidad y de cada individuo que la compone. Yo elijo pensar que podemos co-crear un mundo donde la división blanco-negro no está clara, no importa, no tiene efecto.